miércoles, 16 de diciembre de 2009

Parálisis vital

Estaba pensando en los cuentos que nos cuentan de chicos, y me colgué en la historia de la bella durmiente. Traté de imaginarme a la "bella doncella" dormida sobre el pedestal y tuve una reflexión caprichosa, que tal si no fue el hechizo del hada lo que mantuvo a la pricesa intacta por 100 años sino su desconexión del mundo?
Convengamos que en estado de letargo no hay mucho por lo que arrugarse, ni riesgos que correr. Entonces pensé que somos las arrugas y cicatrices de la vida que elegimos. Esta no es una oda en favor del envejecimiento digno, a todos nos gustaría ser forever young, sería hipócrita negarlo.
La verdad es: no me gustan mis nuevas arrugas, pero definitivamente me encanta lo que me recuerdan y es que, en el tiempo que llevo en este mundo, realmente estuve viviendo.
Este post va dedicado a la cicatriz que llevo en mi brazo derecho, producto de mi curiosidad con el reflejo en una plancha caliente para ropa, cuando tenía 7 años. Esa misma curiosidad me llevó años después mucho más lejos.